Don Artemio

Artemio nació en Santiago del Estero en junio de 1838. Se dice que para llegar donde llegó hubo de traicionar la confianza de varios amigos, y que jamas le tembló la mano a la hora de dirigr los fusilamientos de sus condenaditos. A troche y moche Artemio mató tantos federales como pudo. Tantos que se ganó el respeto primero y la amistad después de don Julio Argentino Roca, quien por aquel tiempo recien era teniente coronel.

En 1880 don Julio volvió de la nefasta Conquista del Desierto: ya era ministro de guerra, y pronto sería Presidente. Artemio lo acompaño durante la histórica faena, cargandose indiecitos y federales con el mismo fusil, y lo acompaño a su regreso.

De vuelta en Buenos Aires, el gordo Artemio, que ya era edecan de don Julio, pasaba noches enteras en el Club del Progreso, donde entre partida de billar y truco, se pedía un plato de jamon, arvejas y huevos salteados, al que años después le agregaron papas fritas. Así nació el Revuelto Gramajo, un plato glorioso que lleva el nombre de su nefasto creador, el Coronel Artemio Gramajo.

No voy a escribir la receta del revuelto, pero les recomiendo que vayan a probar el que hacen en Norte, una de las mejores fondas porteñas. Uno de esos restaurants donde te sentís en casa a pesar del murmullo constante. O tal vez por eso. Una de esas fondas donde los mozos tienen apodos y rejillas que huelen a lavandina. Si un extranjero me pregunta a donde debería ir a comer, sin dudarlo Norte está en mi lista de lugares. Mesas de fórmica, servilletas de papel que no absorben nada y fotos de formaciones que alguna vez fueron campeonas de algo son siempre una combinación ganadora.

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